- looking up at the cross directly beneath His bleeding right hand
- looking up at the cross directly beneath His bleeding left hand
- prone on the earth, itself, with your head pressed up to the base of the cross with your face right under His bleeding feet
In all three positions, the cross is your only reality. Christ's bleeding hands are your only focus, interest and point of reference. Even though it clouds your vision, as it drips onto your eye lids, and partially clogs your nostrils, you cherish this experience because it is His blood that is gently dripping onto your eye lids and into your nostrils, and down the sides of your face. You don't seem to mind because it is Christ's blood, your Saviour's blood, that is washing your eye lids and your nostrils with its life-giving properties.
Imagine the blood of Christ soaking your hair, your face, your chest, your arms, your back, your legs, your feet, your belly, and, yes, every other part of the human body that He created.
Imagine the blood of Christ possessing an almost devouring quality or property so that any cloth or leather or metal that you were initially clothed in, has been disintegrated by the precious blood of Chirst Jesus, your Saviour and mine.
Imagine yourself, finally, completely covered from head to toe as though plunged into His crimson blood.
Imagine your heigtened sense of awe and love for your Saviour, as you stand in front of His bleeding body, completely covered by His blood. Imagine that this scene, or reality, is the only reality you have ever experienced or would ever want to experience. Both of you are frozen in time though it is a dynamic scene and experience that seems to never have had a beginning or an end. Your entire life has always been, continues to be, and will always be this amazing sight. You, His son or daughter, standing beneath your God and Saviour and Friend, as His priceless blood and life wash you over and over again with no end in sight.
"Now this is eternal life: that they may know you, the only true God, and Jesus Christ, whom you have sent." John 17:3 (New International Version)
Imagínese estar parado debajo de la cruz de Cristo. Usted es la única persona allí con él. Aun cuando usted mismo tuvo que haber sido la persona responsable de clavarlo a la cruz, sin embargo, usted se encuentra alternándose entre tres posiciones:
- mirando hacia arriba a la cruz y directamente debajo de su mano derecha sangrienta
- mirando hacia arriba a la cruz y directamente debajo de su mano izquierda sangrienta
- acostado en la tierra, sí misma, con su cabeza presionada hasta la base de la cruz con la cara bajo sus pies sangrientos
La cruz es su sola realidad en cada una de las tres posiciones. Las manos sangrientas de Cristo son su solo foco, interés y punto de referencia. Aun cuando su visión se enubleze, y tupe parcialmente las ventanas de la nariz, usted aprecia esta experiencia porque es su sangre que está goteando suavemente en sus párpados y en las ventanas de la nariz, y por los lados de su cara. A usted no parece que le molesta esto pues es la sangre de Cristo, sangre de su Salvador, que le está lavando los ojos y las ventanas de la nariz con sus características vivificantes.
Imagine la sangre de Cristo empapándolo a usted, su cabeza y cabello, su cara, su pecho, sus brazos, su espalda, sus piernas, sus pies, su barriga, y, sí, cada otra parte del cuerpo humano que él creó.
Imagine que la sangre de Cristo poseé una cualidad o una característica casi devoradora, de modo que cualquier ropa o cuero o metal del cual usted se encontraba vestido inicialmente, han sido desintegrados por la sangre preciosa de Cristo Jesús, su Salvador y el mío.
Imagínese, finalmente, cubierto totalmente de la cabeza al dedo del pie como si lo hubieran bañado en su sangre carmesí.
Imagínese que maravilla y amor está sintiendo usted hacia su Salvador, al contemplar su cuerpo sangriento, cuya sangre lo ha cubierto totalmente a usted. Imagínese que esta escena, o realidad, es la única realidad que usted ha experimentado en su vida o que desearía siempre experimentar. Para ambos parece que el tiempo ya no existe, aunque es una escena y una experiencia dinámica que parece nunca haber tenido un principio o fin. Esta escena asombrosa parece que siempre ha existido, continúa existiendo, y siempre existirá. Usted, Su hijo o hija, asercándose a su Dios y Salvador y Amigo, contempla su preciosa sangre y vida que lo lava a usted completamente, vez tras vez, por toda la eternidad."
Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado. " Juan 17:3 (Nueva Versión Internacional)
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